La práctica de viajar a fríos o cálidos manantiales con esperanza de curar algún mal existe desde tiempos de la prehistoria. Muchas culturas creyeron, a lo largo de la historia, que tomar un baño en determinadas fuentes, pozos, o ríos resultaría en una purificación física o espiritual.
La versión reducida de todos estos siglos de tradición la tenemos en los pequeños “spa” que conocemos hoy día; término que se le atribuye al pueblo de Spa, en Bélgica, que, con sus baños de aguas termales, era parada obligatoria para aquellos que se sintieran en la necesidad de depurar su cuerpo o alma.
Podemos estar de acuerdo en que, sin quitarles méritos a las geografías ancestrales de sanación, el poder reponedor que ejerce el spa de casa parece en ocasiones fruto de una intervención divina. No nos extraña que, rodeado de bambú y envuelto por el apacible sonido de las cigarras, un samurai sintiese que sus heridas de guerra sanaran a mayor velocidad, inmerso en el abrazo de las aguas termales.
Pero, ¿cuáles son exactamente los beneficios del uso continuado de un spa?
La cualidad más obvia, y conocida por todo el mundo, es que el uso del spa reduce el estrés. El calor del agua mejora la circulación, los chorros de agua relajan los músculos… En el momento de introducirse en un spa disminuye la presión sanguínea y muchos de los vicios posturales desaparecen.
Nos ayuda a vencer a la báscula. Al estimular la circulación y elevar el ritmo cardíaco, simula una sesión de ejercicio moderado. Esto puede ser muy beneficioso para aquellas personas para las que el ejercicio en escenarios secos puede resultar incómodo o doloroso.
Las terapias con agua caliente estimulan los mecanismos naturales que nos facilitan la tarea de dormir. Y como también reduce el estrés y ansiedad, nuestra calidad del sueño se verá automáticamente incrementada.
La experiencia masajeadora del chorro unida a la alta temperatura del agua conforman el mejor remedio para el dolor. Mejora la calidad de vida de aquellas personas con artritis, diabetes, músculos contracturados, jaquecas y otras dolencias crónicas.
En resumen, gracias a la acción vasodilatadora, el alivio en músculos y articulaciones, la disminución de la inflamación, y el sosiego que ofrece a la mente, podemos estar de acuerdo con las culturas de la antigüedad en que una terapia basada en el agua como la que ofrece un spa, es, en efecto, casi milagrosa.
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