Que no se diga que no tocamos todos los palos. Vamos a hablar del “skinny dip”, el término anglosajón tras el que nos escondemos para no hablar abiertamente de bañarnos desnudos.
Skinny dip es un eufemismo sonoramente trendy, aunque su traducción literal más aproximada sería algo así como “remojón en cueros”. Definitivamente una de esas cosas que solamente funcionan en inglés.
El caso es que se dice que bañarse sin un centímetro de textil encima puede ser muy beneficioso para la salud. Otros van más lejos y lo denominan la práctica reparadora definitiva.
Los expertos coinciden en que mediante la forma en la que vestimos hoy en día estamos atrofiando la epidermis, los nervios y hasta los sentidos. Se compara el vivir religiosamente ataviado con estar permanentemente escayolado. Y es verdad que después de curar con yeso podemos apreciar como la parte del cuerpo afectada muere de hambre de vitamina D, pierde fuerza y elasticidad.
Por otro lado, los pediatras aseguran que los bebés prosperan con una dosis diaria de nudismo, pues el rango de movimiento sin trabas estimula el crecimiento de las neuronas, ayudando así al desarrollo cerebral. Algo que probablemente tenga un similar efecto en la madurez.
Pero, ¿sirve de algo librarse del yugo de la goma elástica por unas pocas horas? Culturas milenarias como la romana pasaban largo tiempo en las ostentosas termas en cueros, aunque es verdad que de diario tampoco vestían muchas prendas más.
Aunque si buscamos en la actualidad, el baño, sin nada, es una costumbre que todavía sobrevive en países nórdicos y asiáticos. Casualmente aquellos en los que solemos fijarnos cuando buscamos inspiración para la creación de nuevos hábitos saludables.
Otros estudios aseguran que el cuerpo humano evolucionó a una versión con menos pelo para sufrir menos ataques parasitarios. Dicen que vistiendo según qué prendas se puede conseguir precisamente lo contrario y facilitar la aparición de infecciones como la del tracto urinario, entre otras cosas.
Pero, ¿cuál es el papel de la piscina en todo esto? Digamos que cumple algo así como el rol de posibilitador. La excusa perfecta que nos libra del tabú de estar desnudos sin razón aparente. También transporta a uno a momentos de juventud pretéritos de rebeldía vividos, o vistos en alguna película española, que también cuenta.
Una cosa está clara: daño no nos puede hacer. Y a todos estos supuestos beneficios saludables siempre podemos agregarle el innegable poder espiritual que tiene el compartir una noche sin más atuendo que las estrellas.
Todavía le quedan lunas a este verano…
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