¿A qué edad deben aprender a nadar los niños?

Si la cigüeña está de camino o tenemos ya en la familia una versión reducida de nosotros mismos, una de las cosas que como padres primerizos nos solemos preguntar es la edad a la que deberían aprender a nadar los niños.

 

La natación es una asignatura obligatoria. Más que el inglés. Llamamos a nuestra casa planeta azul por algo. En este artículo ya os hablamos de los beneficios de la natación. Vamos a analizar cuál es el mejor momento para iniciar a los pequeños en esta disciplina.

 

Todos los expertos se ponen de acuerdo: de los 6 a 12 meses de edad el niño está preparado para empezar su relación con el agua, pero no para aprender a nadar. El objetivo es introducir al pequeño en el entorno acuático de forma lúdica; con el niño siempre en brazos, meciéndole en el agua, cantándole una canción, enseñándole a chapotear, etc. Si se prefiere, existen clases para padres e hijos que tienen por objeto encontrar el comfort de nuestros pequeños en el agua a la vez que se divierten.

 

Los métodos que buscan educar al bebé a sobrevivir al agua, pase lo que pase, generan opiniones enfrentadas, ya que funcionan lanzando al niño a una situación traumática que dispara sus instintos de supervivencia. Puede ser contraproducente ya que puede generar un miedo al agua, al dejar de contemplarse como un espacio para el disfrute.

 

No podemos olvidar que un bebé puede ahogarse rápidamente y en muy poca cantidad de agua, con lo que la supervisión debe ser total, estemos en la piscina, la bañera, o cerca de un cubo de agua.

 

De los 2 a los 3 años de edad el pequeño se volverá más activo en el agua, a pesar de seguir necesitando de la supervisión paterna. Podemos enseñarle a flotar ofreciendo apoyo en el vientre o en la espalda, jugar a hacer burbujas con la boca para que aprenda a expulsar el agua en caso de inmersión, ayudarle a alcanzar objetos lejanos en el agua para que ejercite sus brazos, etc.

 

Es probable que cuando alcance los 3 años, el pequeño se sienta suficientemente seguro como para no necesitar la supervisión de los padres. Debemos enseñarle que el agua no es un sitio al que acudir solo, y no dejarle a solas ni por un minuto. Es importante no dejar juguetes dentro de la piscina cuando no se está utilizando para no tentar su picaresca. Otras medidas como levantar una valla de seguridad alrededor de la piscina pueden ser acertadas.

 

Se desaconseja el uso de flotadores, manguitos y demás inflables que otorguen autonomía al pequeño, ya que dan una falsa sensación de seguridad, algunos promueven malas posturas e incluso pueden ser peligrosos si se desinflan o voltean al pequeño boca abajo.

 

De los 4 a 5 años el niño ha desarrollado suficiente coordinación en sus movimientos como para tomar clases de natación. Si no tiene experiencia en el agua lo mejor es buscar programas que incluyan un acercamiento amable al medio, con presencia de los padres en las primeras clases.

 

Debemos ser pacientes, ya que el niño puede oscilar entre pasárselo muy bien unos días a tenerle miedo atroz algunos. No hay que forzarlo. Aunque no sea ya necesario, los padres o el instructor deberían estar en el agua a junto a él a una distancia que le dé seguridad.

 

Si nuestra piscina tiene dos profundidades, es importante diferenciarlas con una línea de boyas.

 

A partir de los 6 años el pequeño ya puede mantener la respiración por períodos de tiempo más largos, bucear o sumergirse de un salto y salir al superficie por sí mismo. Es el momento de que aprenda las diferentes técnicas de natación hasta perfeccionarlas.

 

Ya no es necesario estar con ellos dentro del agua, pero sigue siendo de vital importancia supervisar todos sus movimientos desde la orilla de la piscina.

 

Debemos prestar especial atención en entornos acuáticos diferentes como los de un lago o la playa, ya que las habilidades de nuestro pequeño puede que no sean igual de buenas en estos contextos.

 

Es muy importante educar a nuestro hijo para que tome siempre sus baños en compañía, aún cuando se haga mayor.

 

Confiamos en que estas nociones sobre la educación acuática de los más pequeños ayuden a vuestra familia a establecer una relación sana y disfrutable con el agua.

 

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